miércoles, abril 30, 2008

Ex maestros

Eutimia se metió a beata. Rosalinda se casó. Nelsa, se sentía muy sola. A Euríalo le gustaba tocar guitarra. Luciano se llevó a un grupo de niños para que no les quitaran a sus padres, la patria potestad. Fernando subió como la espuma en el sindicato. Tomasito pasó por Camarioca.

Irelia no quería trabajar en el campo. Modesto gustaba de las canciones en inglés. A Serafín lo enviaron a la UMAP. Fragoso tocaba en un combo y tenía una voz preciosa. A Gervasio le gustaba tomar una cerveza los sábados por la noche. Porfirio pisó una mina. Julián no creía que los millones fueran diez. José Antonio no supo orientarse bien con la brújula. A Yolanda la forzó el sobrino del Director. Joselín fabricaba zapatos en su casa. A Ofelia le hacía daño el polvo de la tiza.

Raulné intentó convertirse en artesano. Argelio se hizo periodista. Francisco fue de visita por un mes. A Pedro le pusieron la inyección equivocada. Mayito trató de salvar a Pelly. Gustavo recibió la visita de su hermana. Reynaldo saltó la cerca de la Embajada del Perú. A Salvador lo vinieron a buscar. Roberto apuntaba para la bolita. César donó sangre para un niño de la escuela y sufrió una isquemia durante la extracción. A Néstor lo cogieron con un alumno. Rosendito tuvo miedo de ir al África. Carlos escuchó a un Testigo de Jehová. Eduardo perdió la compostura en una Asamblea de Méritos y agredió físicamente a un compañero que aspiraba al mismo reloj despertador. Eugenio se quedó en la construcción después de cinco años en la micro. A Gabriel le daba pena salir a la calle sin zapatos.

Tomás se fue a dirigir "El Galeón". Silvio, al Comodoro, con Pablo, Joaquín, Morfa y Rolando. Calderón y Martín, al Tocororo. Diana, Lourdes, los García, Walterio y Julio, a otros hoteles. Pepocha y Santiago venden en el agro. Jesús se sienta en la puerta de una tienda con dos perritos preciosos. Valentín, ante una mesita llena de discos de música y video. Rolando da clases por su cuenta. Vicente decidió que no vale la pena. Miguel fue a impartir un curso, en un proyecto de colaboración. Arnoldo se aburre cuando hay que poner la televisión. Eduardo no vendía los exámenes. Jorge se creyó una consigna. Juan José toma doce pastillas diarias, pero aún no duerme. Mariana se largaba cuando venía la inspectora. Susana prefería leer directamente de los libros. Evelio no aceptó poner el nombre del año en la esquina superior derecha de la pizarra. Otros, muchos otros, no saben qué pasó con el tiempo que se fue.

 

domingo, abril 27, 2008

Müller y la marcha de los talentos.

Una tarde, hace algo más de veinte años, tuve la suerte de que Müller me llevara en su pequeño Trabant desde el IPVCE "Mártires de Humboldt 7" hasta Marianao. El matemático alemán estaba terminando uno de sus períodos de trabajo en Cuba, donde colaboraba en diversos planes, entre ellos, de manera destacada, en la preparación de alumnos que participarían en las Olimpiadas de Matemáticas. Muchos años atrás, yo había sido uno de los que tuvo la suerte de asistir a sus conferencias magistrales sobre Teoría de Números.

Müller lo sabía todo de mí, supongo que por boca del Dr. Davidson o el Dr. Reguera, quienes habían trabajado ininterrumpidamente en la formación de todos los equipos, desde antes incluso de que comenzara a prestarse atención a esta actividad en nuestro país. También sabía de la odisea que había sufrido el grupo de Sastre, debido a razones turbiamente ideológicas, que debieron hacer sus bártulos y regresar a Cuba sin concluir los estudios. Estaba decepcionado.

En ese viaje le escuché dos conceptos, que frecuentemente repito: "Cuba no es un país pobre, Cuba es un país rico, pero empobrecido." "El desarrollo de un país sólo depende de cómo emplea la inteligencia de sus ciudadanos." En el contexto de nuestra conversación, eso significaba que en Cuba somos pobres porque no "empleamos" debidamente la inteligencia de nuestros ciudadanos.

Es decir, que según su idea, el problema no depende de tanto de recursos naturales (que sí tenemos), "bloqueos", "errores" o sistema, más que en la forma en que ello pueda intervenir en la posibilidad de que sus ciudadanos consigan emplear su inteligencia en producir bienestar para sí mismos, para sus familias y por un vía u otra, para todos. Había cierta esperanza, en ese momento. Sastre estaba al frente de varios proyectos de investigación, yo mismo estaba regresando y aunque siempre con pérdidas y limitaciones, no se había producido una desbancada masiva de las mentes brillantes del mundillo académico y científico.

Recuerdo que uno de mis compañeros de equipo (cuando era estudiante), fue excluido a última hora de la competencia por haber rechazado pertenecer a la UJC a causa de sus "dudas" religiosas. (No fue excluido por ser religioso, sino por su negativa), aunque para todos estaba claro, resultó demostrativo del concepto. No estarían permitidas las desviaciones de la norma a nadie, independientemente de lo que la sociedad espere de ellos.

Pero, por definición, las inteligencias brillantes se salen de la norma. Del mismo modo en que se salieron Einstein, Dalí o Gates, lo harían Ribalta, Leonel o René. Por desgracia, en Cuba no encontraron un ambiente que les propiciara desarrollar un proyecto de vida acorde a sus necesidades espirituales y materiales. ¿Imaginan cómo sería el mundo si a quien hubiera podido impulsar decisivamente la popularización de los ordenadores le estuviera prohibido fundar una empresa? ¿Si Sony no hubiera podido contar con aquellos ingenieros que se habían "quedado" en algún viaje? ¿Si a Dalí lo hubieran "metido" en la UMAP?

Si fuera a hacer una lista de malogros, sería muy larga. Omitiría siempre a algunas de las personas más inteligentes que han nacido en este país. La mayoría no se malogró, sólo están trabajando en otra parte. Ninguno ha sido Bill Gates. Pero es poco lo que esta sociedad ha recibido de ellos.

Por eso, sólo quiero referirme al último del que he tenido noticias. Fue, como yo, alumno de Davidson, Reguera y Müller y también es guantanamero. Hace unos pocos días, se marchó a Madrid, quizás empeñado en buscarse un futuro en el que su familia no sufra exclusión por ser cubana. Aunque desvinculado de la actividad científica de las instituciones estatales (las únicas que en Cuba reciben recursos para realizarlas), seguía colaborando con investigadores en temas de su interés, estudiando e investigando en campos dispersos en los que difícilmente hubiera podido obtener algún título o beneficio material. Al menos, no dejó desfallecer su intelecto.

Mientras, tenía que ganarse la vida, mantener a una familia numerosa, pagar alquiler para vivir en la Habana, ahorrar para el viaje. Algo difícil cuando no se tiene título, cuando no se le permite emplearse legalmente a los "orientales" sin "residencia habanera", cuando el alquiler vale cuatro veces el salario medio mensual y los gastos de un viaje superan los setenta salarios. Y así tenemos al "nagüe", cuya única preocupación debería haber sido resolver abstractos problemas complejos, haciendo juegos malabares en tierra hostil, cerrando las ventanas para alejar el ruido de orquestas populares que tocaban afuera de su casa, viviendo sin "libreta". Se tenía que ir.

Casi todos se marcharon. Hacia dentro o hacia fuera. Frustrados o exitosos, solitarios o con numerosa prole, saludables o enfermos, tranquilo o airados; dejaron, dejamos, el camino que parecía que estábamos destinados a recorrer. Quizás la idea fuera mala desde el principio, tal vez no valiera la pena potenciar su desarrollo, darles herramientas que les ayudaran, con su singular luz, a descubrir soluciones donde otros no podían ver ni siquiera el problema. No lo creo.

El problema es de nuestro subdesarrollo intrínseco, incapaz no sólo de crear condiciones mínimas para el progreso de estas "mentes maravillosas", sino de permitir su existencia, sin someterlas a restricciones agraviantes, sin forzarlos a ser deshonestos ni intentar robarles su riqueza espiritual.

Los hombres no son piezas en un tablero y los que aceptan tal papel, de bien poco le sirven a los suyos y a sí mismos.