Aunque puede parecer redundante, ya que hablé antes de mis dos libros en la primera entrada de este blog, he colocado más abajo las presentaciones escritas para su lectura en las ocasiones en que las presenté en la Torre de Letras, ese proyecto maravilloso que mantienen Reina María Rodríguez y Antón Arrufat entre otros.
Nacer en Delito Mayor
Esta novela, Delito Mayor, representa un cambio en mi vida. Fue la primera vez, después de un cuarto de siglo de abstención, que pude salir del armario para realizar el ejercicio nudista que es para mí la literatura. Era la novela de un sueño, y es mi sueño el que completé, no cuando el primer editor decidió correr los riesgos de ponerle carátula e ISBN para llevarla a librerías y ferias, si no cuando terminé el ciclo que constituye, la leí completa y pude asegurarme de que funcionaba y transmitía las tesis que defendía con ella.
Varios hilos hicieron nacer la idea que plasmé en Delito Mayor. Quizás, surgió de los largos viajes en bicicleta que emprendía a diario para llegar a las siete de la mañana a mi trabajo. Un colega me dijo: "Yo bajo la cabeza. Y voy mirando la goma, y se me pasa el viaje sin darme cuenta." Y aquello me pareció tan literario, que me propuse dotar al primer personaje que inventara de esa costumbre. Antes, había leído "La vida secreta de Walter Mitty", un cuento acerca de un individuo, que era muy poquita cosa, pero que se complacía intensamente con la admiración que despertaba en sus fantasías. Es un hecho común, pero poco utilizado en la literatura, que las personas se consuelen de su mediocridad imaginando el éxito. Motivos literarios, tuve muchos. "La Buena Tierra", de Pearl S. Buck y "La Vida es Sueño", me ayudaron con el guión y el contrapunto.
Yo quería reflejar el modo en que la tarea, bien difícil, de sobrevivir en medio de condiciones tan adversas, nos dota de comportamientos animales. Pero es la imaginación la que nos convierte en bestias distintas, y es la cultura la que enriquece nuestra animalidad.
El reto que me propuse es el de representar el mundo imaginario desde presupuestos realistas. He tratado de evitar las casualidades, los superhéroes, los genios, el percentil cinco y el noventa y siete. He tratado de mostrar nuestro ámbito más que pobre, empobrecido; más que sucio, emporcado, sin extremos ni exageraciones. Y hacerlo con gancho, crear una historia que interesara, que entretuviera y que no me dejen el libro a la séptima página, ni en el quinto capítulo.
Y de ahí viene ese personaje, que muchos creen que soy yo; viviendo una vida, que piensan que es la mía, soñando mis sueños, aunque yo los haya creado para él. Confesaré finalmente: sí, tienen razón, soy yo; en tanto estoy hecho del mismo material y he cogido los mismos palos que todos los culpables del delito mayor del hombre. (Marzo 2006)
El real mundo de la Ternera Macho.
A veces pienso, he pensado, que en lugar de escribir historias basadas en hechos reales, yo vivo en un mundo basado en historias escritas. Una especie de Show de Truman universal. Cuando llevaba unos meses esperando la salida de Delito Mayor, fui a la playa con mi familia. Se le escapó una pelota a los niños que iban con nosotros y me lancé a buscarla. La alcancé al borde del agotamiento y tuvo que sacarme del agua un salvavidas. Yo estaba aterrado, porque se había cumplido punto por punto lo descrito en la novela. Mi personaje compra un empleo en una gasolinera que le sirve para cumplir muchas de sus aspiraciones materiales. Naturalmente, que los beneficios de su trabajo no proceden de sus ingresos legítimos. El libro se publicó exactamente al comienzo de la campaña contra la corrupción en las gasolineras. Coincidencia, no hay otra palabra.
Debo decir que yo fabrico mis tramas sin espacio para las coincidencias. Evito las excelsitudes, los macarronismos, las descripciones y las alabanzas: considero que lastran la narratividad. Pero, a veces, el mundo real nos sorprende con sucesos que ningún narrador consignaría sin temor a perder su credibilidad. Muerto de miedo, dediqué dos cuentos de Ternera Macho al tema de la censura, para encontrarme, casualmente también, al tiempo de su publicación, con la carta de Arrufat sobre el asunto Pavón.
Sería extenderme demasiado, enumerar todas las veces que me ha sucedido eso en los libros publicados y en los que están naciendo ahora. A causa de tal regularidad debo redefinir la relación de mi imaginería con la realidad: por mucho que me esfuerce en crear una situación teórica para establecer una tesis, por mucho que trate de estirar sus facetas ridículas para asegurarme de que estoy en la seguridad que proporcionan las cosas inexistentes, seré alcanzado por este absurdo universo donde tiene lógica que una vaca se llame "Buey Preñao" y sentido que una misma pareja se case todos los años –sin divorciarse- para obtener el preciado ticket que les da derecho a comprar varias cajas de cerveza y una reservación en un hotel.
Hace unos días, un escritor dijo en la televisión que la realidad no da más. ¿Para qué escribir del agobio si el agobio es omnipresente? Opino, en contra, que no nos salimos del mundo real. Por mucho que tratemos de fregar, torcer, exprimir o perfumar; por mucho que nos adentremos en el barrio del pecho, estaremos aquí, en el mundo real, haciendo Terneras Machos.
Presentación de Ternera Macho.
Ternera macho y otros absurdos es una colección de relatos que tienen varios orígenes. Hay un grupo de cuentos que forman parte de mi idea original de escribir paradojas poco edificantes. El título inicialmente era ese: "Cuentos poco edificantes" y contenía: "Los del edificio", "El compañero Job", "Un saco de pienso", "Al acecho de la nínfula", "Dieciséis Tetas", "Cincuenta", "El día de Margarita", "El cuentero de Charco Sucio.", "El recuerdo de la muerte.", "Las violaciones de Eva" y "El punto de reunión" el editor que había publicado mi novela anterior gustaba de esos cuentos, incluyó uno en la revista Renacimiento, pero pensaba que debía haber una muestra más amplia de mi trabajo en esta publicación. De manera que agregué el resto de los cuentos, tomándolos de distintos proyectos en los que he estado trabajando últimamente: Una colección de minicuentos, Cuentos de Isla, Sueños feroces, Crónicas cubanas y una colección que escribió uno de los personajes de mi última novela, a la que él tituló: "Figuras de la Pasión de Liborio", pidiéndole disculpas a Miró por parafrasearle el título. También puse algunos otros relatos dispersos para los que no tenía una definición exacta y uno de los cuentos que leí hace treinta años en el Taller Literario de la Facultad de Ciencias, fundado por Reina María Rodríguez.
Lo único general que hay en ellos es la falta de consistencia moralizante. Mi propia pequeñez me hace incapaz de ser aleccionador; por eso, nunca hay moralejas: sólo complejidades.
No quiero terminar sin agradecerle a todos los que me han prestado sus rasgos para mis personajes, a los que me cuentan anécdotas para mezclar con ácido y acíbar, a los que me critican la insistencia temática, forzándome a inventar nuevos rumbos y a los que me han hecho ver la torpeza de mis palabras elevando el listón que debo cruzar.