"MECANIQUEROS: TODO ES POSIBLE EN LA HABANA" es el título de un documental que me trajo uno de los alquiladores de películas que pululan por las calles del Vedado. A pesar de la pobre calidad que han exhibido muchos filmes que sobre la realidad cubana se han realizado en Europa, me esfuerzo por "conseguir" y ver cada filme que se realiza sobre el tema. Conociendo la elevada calidad de otros, como "La Habana: el arte de hacer ruinas", y de las recomendaciones de algunos sitios de Internet, pensé en la posibilidad de presenciar una revelación de la mecánica del margen habanero.
No puedo menos que declararme decepcionado. No soy un especialista en artes audiovisuales, ni un gourmet cinematográfico que rechace una obra por pequeñas fallas en su realización. Creo que desde el punto de vista artístico es olvidable por su falta de imaginación, por la esquemática concepción de la puesta en escena, por la reiteración de los mensajes, por la pobreza del lenguaje en la narración.
Para mí el problema principal, es su relación con lo que describe. El género documental, aunque se trate de un docudrama, está obligado a registrar aspectos verdaderos de lo que presenta.
La falta de investigación, el brindar como ciertas las versiones de una o dos personas, que no dicen ante las cámaras la verdad sobre sus circunstancias motivaciones y hechos, propicia que todo el documento sea falseado. Cubanos podrán reconocer las razones por las que se dicen ciertas cosas, pero su distorsión produce un extrañamiento. El espectador, que a cada momento identifica incongruencias y falsedades en pequeños detalles, termina por no creer nada de lo que le presentan. Y es una pena, porque se pierde una oportunidad de reflejar algunos de nuestros universos.
Ejemplos de tales detalles: La cuota de racionamiento no es, como reza el locutor, "arroz, judías y patatas", las "patatas" aparecen sólo tres o cuatro veces en el año y por otra parte también hay azúcar, café, aceite, huevos y pollo, entre otros. No se trata de que sea mucho o poco, suficiente o no. Una "paladar" (pequeño restaurante privado) legal, no sobrevive pagando impuestos con un abastecimiento tan irregular, abriendo a veces con una pequeña oferta y una sola caja de cerveza. El ahorro por la compra de un único puerco de cien libras en Pinar del Río no justifica un viaje hasta allá, ya que sólo en gasolina se gasta más que lo que se gana con la diferencia de precios, sin contar el tiempo y otros gastos del viaje. Los mecaniqueros del filme demuestran un nivel de vida (dado por su aspecto) que no se corresponde con lo que obtienen de las operaciones que realizan. Sus negocios son demasiado limpios, los cincuenta y cinco euros que cuestan los "quince" olvidan demasiados rubros. La densidad de causas, hechos improbables, soluciones extraordinarias es demasiado alta. "Un día el la vida de un mecaniquero" podía haber sido un documento interesante si hubiera investigado más sobre "el antro, las veredas oscuras".
Desgraciadamente, esta falta de rigor no es un fenómeno aislado. Se han hecho varios filmes de ficción, generalmente en tono de comedia, que producen una imagen de mala factura sobre nuestra realidad. Pueden agradecerse algunos, como "Habana Blues", pero la improvisación y el mal gusto imperan en otros. Me gustaría ver un cine más serio trabajando sobre nuestro mundo con mejores ideas.