"Cinco gordas" es políticamente incorrecto, me ha dicho una persona cuya opinión estimo mucho. En general referirse a una mujer por tal característica lo es. Como llamarle bizco, cojo, manco o mongo a alguien. Esto me pone a dudar sobre el título de mi novela en proceso de edición (por el momento, Anita y las Cinco Gordas). Todavía estoy a tiempo de no cometer un desatino en tal aspecto.
La verdad es que no me gustaría cambiarlo. Las gordas son las heroínas de mi historia y creo que son mis personajes tratados con más cariño. Ellas representan a las abuelas de mi propia familia, que son muchas, toda una familia campesina cubana (mi abuela tuvo una multitud de hermanas e hijas que también son abuelas.) Casi todas eran o son gordas, alegres, cuenteras y nobles. Yo mismo estoy en una categoría de obesidad a la que suelen colocarle un diminutivo: "gordito".
El problema, me dicen, no está en que sean gordas, si no en llamarlas como tales. Son mujeres, personas, independientemente de su peso corporal.
Es un problema general. Usted ve a Da Vinci, a Pavarotti o a Jessica Alba y dice: "El pintor", "el cantante" o "la actriz". No se refiere a ellos como "el viejo de la barbita", "el gordo" o "la trigueñita del ombligo hundido". Quizás, ellos se definan de otro modo. Por ejemplo, puede ser que Da Vinci se viera a sí mismo como inventor o cocinero, Luciano, como el impulsor de programas benéficos y Jessica pretenda que le reconozcan algo más que su belleza.
Yo diría que cada persona puede llamarse por todas sus facetas. Usted puede ser súbdito, admirador, paciente, participante, mulato, pegón, borracho, víctima, cliente, fértil en ardides, periodista, feo, vago, funcionario, etc., puede ser varias de esas cosas o de muchas otras. Ninguna lo define. Ningún apelativo enmarca a una persona. Ni siquiera al retrato de una persona en un instante dado. A lo más, puede ser una caricatura.
Si ningún adjetivo define a un ser humano completamente, tampoco es peyorativo en sí. Sólo mediante el uso puede connotar. Sólo en casos muy específicos pueden ofender.
Recuerdo que al comienzo del famoso libro de Carnegie, él llama la atención sobre que el "enemigo público número uno", al ser capturado, no dijera de sí mismo: "esto me pasó por criminal" si no, que se viera como una persona con un corazón sensible, herido por la traición. Es probable que su abogado defensor intentara conmover al jurado mostrándoles esas otras facetas que las noticias habían sepultado, intentando borrar la imagen que ya tenían, de un asesino capaz de matar fríamente al agente de tránsito que le pidió los documentos.
Los apelativos son imprescindibles para la identificación y son más útiles en los títulos cuando se consigue componer una imagen que se quede prendida en la pupila del posible futuro lector.
En fin, voy a buscar otro título. Quizás encuentre alguno mejor que el que tengo. Voy a preparar una lista y mediré parámetros estéticos, políticos y mercantiles. Acepto sugerencias.