sábado, enero 12, 2008

El cura, la realidad cubana y el erotismo.

Hace algún tiempo, le di a leer Delito Mayor a un cura amigo mío.

Después de terminar, demoró más de una semana en darme su valoración. "Está muy buena la historia. Describe la realidad cubana como es. Conozco de todo lo que cuentas, pero…" El pero estaba claro. "Hay mucho sexo. ¿Era necesario hablar tanto de ese tema?"

Dediqué un rato a explicarle mi punto de vista sobre las prioridades de un personaje masculino. Luego, otro a mi compromiso realista y la verosimilitud de un relato contado en primera persona. Él, sin rebatir, se mantenía en el tema: ¿Por qué concentrar la atención precisamente en ese aspecto?

Otra persona, que milita en otras filas, hizo este otro comentario, también descalificador: "Todo está en blanco y negro", refiriéndose a la descripción de las condiciones de vida de mi personaje. Creo que quería decir: "en negro y negro", porque su objeción fue aclarada después: "no ve nada bueno". Algo parecido escuché muchos años atrás, cuando alguien, molesto por un cuento en que se hablaba de una "cola", me espetó: "¿Por qué no hablaste de las colas que se hacen para ver 'El Brigadista'?"

Ciertamente, me parece injusto calificar de maniquea a esa novela. Es, por el contrario, bastante balanceada y abarcadora. Ni en esa, ni en ninguna otra de mis obras, me he ido por la vía fácil de las exageraciones, los insultos y las mentiras. Busco ángulos, situaciones, movimientos del espíritu, que sean materia natural para producir movimientos de ideas. Fabrico piezas para armar tramas a partir de anécdotas, historias o relatos conocidos. Lo demás, es el reflejo. Si el camino está en mal estado…

Sin embargo, es mayor mi propósito anti panfletario. Porque creo en la literatura como arte.

Y el arte ha sido erótico casi siempre, porque así son lo seres humanos. En grado diverso, no estaban desprovistas de contenido sexual las estatuillas primitivas, las poesías de Safo, los Pastorales de Longo y una buena parte de las estatuas y pinturas renacentistas.

Hay alabarderos entre los escritores que todo lo ven en blanco. Hay muchos escritores de temas elevados que no escandalizan a sus lectores tocando ciertas especificidades de la conducta humana relacionada con su apareamiento reproductivo o no. No creo que me encuentre en ninguno de los dos grupos, y no parece que tenga razones para estarlo.

Si voy a escribir, trataré de ser sincero. Trataré de llegar al fondo, a los pensamientos íntimos, a los motivos reales. Voy a escribir para que me lean. Y para que mis lectores disfruten la lectura con el placer que produce el reconocimiento del reflejo. No hay otras razones válidas para ponerme en el candelero.