domingo, febrero 15, 2009

En busca de Anita.

No me ha sido fácil cumplir la promesa de poner los vínculos en el blog. Primero, como ven, me está resultando difícil publicar aquí. Segundo, no los hallaba. Virtual ni físicamente. Ni siquiera en la Feria del libro, donde mi hijo se sumergió en lo profundo de un antiguo calabozo lleno de libros y sólo pudo encontrar algunos ejemplares de Ternera Macho. Nada de Anita y las cinco gordas.

Con fe en la existencia del libro sustentada en su posesión material, busqué en Renacimiento, y hallé lo siguiente:

1

PÉREZ CUZA, Ángel.- Anita y las cinco gordas. Novela cubana. (Aproximación a los temas que han marcado la vida de muchos cubanos y conforman la peculiar idiosincrasia que les permite sobrevivir con dignidad en medio de las ruinas de sus sueños). Ilustración de la cubierta de Eva Vázquez Merino.
Espuela de Plata, Colección Narrativa nº25, 2009, Sevilla. 21x15. 248 pgs. (S2351)

2

PÉREZ CUZA, Ángel.- Delito mayor (Novela).
Espuela de Plata, Colección Narrativa nº12, 2005, Sevilla. 1ª edición. 21x15. 144 pgs.(Q6203)

3

PÉREZ CUZA, Ángel.- Delito mayor (Novela).
Espuela de Plata, Colección Narrativa nº12, 2006, Sevilla. 2ªed. 21x15. 160 pgs.(R2273)

4

PÉREZ CUZA, Ángel.- Ternera macho y otros absurdos. Prólogo de Juan Bonilla.
Espuela de Plata, Colección Narrativa nº15, 2007, Sevilla. 1ª edición. 21x15. 223 pgs.(R2331)

Para los que deseen adquirir el libro por esta vía, aquí les dejo el vínculo: http://www.libreriarenacimiento.com/cgi-bin/shop?texto=P%E9rez+Cuza&texto1=&opc1=campo7&xx=Buscar&max=100&and=and&com=busca

Mi segunda promesa es la de colocar un fragmento en este blog. Como ya he publicado aquí varios de los cuentos que hacen sus personajes (El hombre que viajaba demasiado, El Santo de San Luis y Lastimera) he seleccionado una parte contada por el narrador, es decir, por mí en esta función.

La novela es, en su primera parte, una historia de viajes: las hermanas viajan desde Miami, La Habana, Santiago y San Luis, hacia su casa paterna; desde allí realizan una visita a una finca en la loma y otra a la playa, y luego deben emprender un regreso por las carreteras cubanas, con ribetes de odisea. Los relatos se hacen en los momentos en que las circunstancias lo permiten.

Lo que sigue fue tomado de una de las últimas revisiones de la novela y es el comienzo del viaje de regreso de dos de las abuelas.


Al día siguiente, en el aeropuerto, hay una pequeña conmoción.

—El problema es que el vuelo no va a contar con las capacidades calculadas, ya que llegó un chárter de Kingston y tienen reservados diez asientos en su vuelo.

—Pero nosotras tenemos pasajes.

—Sí. Ustedes van a salir, pero no puede ser de inmediato. Hay que esperar al de la noche, es más grande, un DC-10 que viene de París y siempre tienen muchos asientos.

— ¿Y si viene lleno? ¿Qué seguridad hay…? ¡Tenemos que irnos ahora, mi hermana está enferma y yo tengo el regreso a Miami mañana por la mañana! ¡Llame a un supervisor!

— Señora, él no va a resolverle su problema, hágame caso. Son solamente unas horas.

— ¡Yo conozco mis derechos! ¡Si mi pasaje es en este vuelo, no me pueden decir que espere hasta la noche! Ni siquiera me dan seguridad. Llame a su jefe.

— ¿Está usted segura?

— ¡Claro, a mí me van a tener que dar respuesta!

Teresa y Anita tratan de apaciguarla, pero ya la despachadora está hablando por teléfono. "Nos van a embarcar." Susurra Teresa.

— Mi hermana, nos vamos a meter en un problema.

— ¿Por qué?

— Por los pasajes que nos vendieron. Parece que se le fue la mano.

— ¿Y qué? Ese es su problema.

— No, porque los pasajes de nosotras fueron por la izquierda. Podemos perder el dinero, incluso hasta nos pueden acusar de receptación.

— En ese caso, ellos caerían por estafa, robo, malversación, chantaje, qué se yo cuántas cosas habrán hecho.

— Sí, pero quiénes son ellos y quiénes somos nosotras.

— Ellos son unos delincuentes con poder.

— Ahí está la cosa.

Un iracundo funcionario salió de un pasillo lateral y se dirigió a ellas. Sin darles la oportunidad de abrir la boca, extendió la mano.

— A ver, los pasajes. El suyo también.- los miró detenidamente.- esperen aquí.

Entró a su oficina y regresó con varios papeles.

— Estos pasajes no tienen respaldo en asientos, los viajes están repletos. Nos vemos en la necesidad de devolverles su dinero. A menos que acepten esperar a que se produzcan vacantes, las pondremos en la Lista de Espera y pronto estarán en sus destinos.

— ¡Oiga, yo no puedo esperar! ¡Yo tengo salida para los Estados Unidos en el primer vuelo de mañana!

— Mire señora, yo lo siento. Hay mucha presión con el congreso que se está celebrando en La Habana. A usted se le abonará el precio de su pasaje como a las otras dos. No hay capacidades disponibles en los vuelos de hoy. Trate de llegar por otra vía.

— ¡Tengo que hablar con su jefe! ¡Búsquelo o dígame dónde está!

— Cálmese señora, aquí el jefe soy yo. Y disculpe, que tengo mucho que hacer. ¡María Eugenia! Llénele un vale a las señoras y que pasen a la caja.

Todavía incrédulas fueron a la ventanilla, donde firmaron algunos papeles y recibieron varios billetes nuevos.

— ¿Y el dinero de mi pasaje?

— Mire, como lo suyo es divisa, tiene que ser autorizado por el supervisor. El problema es que él salió y no regresará hasta mañana. Tome este vale y vuelva a primera hora para que se efectúe el reintegro.

La pequeña terminal aérea, con su pista inquietantemente próxima al mar, ha dejado de ser simplemente incómoda para convertirse en una trampa. Sin una solución clara al problema creado, salen al exterior en busca de ideas.

— ¡Hasta llegar a Santiago es difícil!- Justina mira desconsolada al semidesértico estacionamiento de las afueras de la terminal.

  Abuela, Abue Tere se siente mal.

— ¡Claro! ¡Un milagro sería que no se sintiera mal! ¡Oiga! ¿Ese taxi tiene aire acondicionado?

El taxista.

— ¡Váyanse en máquina!

— ¿No es muy caro?

— ¿Dará tiempo?

— Sí, si alquilan un taxi del estado. Un particular no es tan caro.

— ¿Cómo cuánto?

— Cien pesos más la gasolina.

— ¿Cien pesos?

— CUC, quiero decir.

— ¿Y cuánto es la gasolina?

— Según el carro, entre cien y ciento veinte más o menos. Si es petrolero es más barato.

— ¿Tú conoces a alguien? Tiene que ser urgente.

El taxista las deja en la casa con el compromiso de llamar en media hora. David las ayuda con las maletas.

— ¿Qué hacen aquí? ¿Cómo sigue, abue?

— Nos han robado. Estos tipos son unos delincuentes.

— ¿Qué pasó? ¡Díganme!

La solución aparece mucho antes de que llame el taxista. Alex, un amigo de David con buenas relaciones, conoce a Marcel, chofer que suele venir con su jefe a Santiago, a resolver problemas de su empresa. El jefe retornó ayer debido a una llamada imprevista (por avión, claro) y Marcel debe regresar con el carro. Tenía planes de pasear un poco, pero una petición de Alex es prioritaria y a las once menos cuarto están las tres mujeres a bordo del vehículo. Es un precioso Toyota Montero que necesita sólo quince horas para cubrir la distancia ente Santiago y La Habana. No le piden tanto, sólo que las lleve hasta la terminal de Holguín, donde pueden tomar el vuelo de las cuatro de la tarde, siempre que lleguen antes de la una.

Magdalena, David y Jesús las despiden nuevamente. Mientras se aleja el automóvil, Jesús comenta con su abuela:

— Tenía que haberme ido con ellas.

— ¿No te ibas a Moa?

— No. No hay chance por ahí. Además…, si voy a dejar Santiago, ¿para qué meterme en otro hueco? Mejor me voy pa' la Habana.

— ¡Déjate de bailecito, que es un asunto muy serio…! En esta familia no hay vagos.

— No se preocupe abuela, que yo me mantengo. ¿Cuándo me ha visto en borrachera? Mañana voy al astillero, dicen que tienen un buen taller de maquinado y yo soy el mejor con un hierro en la mano.


 

Las dos abuelas viajan en el asiento trasero, agradeciendo el aire acondicionado del vehículo que no impide, no obstante, que el malestar de Teresa se acentúe, forzándola a interrumpir con cortos gemidos la abundante charla del chofer. Anita va junto a él mirando las luces de la reproductora, que trabaja sin oyentes.

— Con este carro da gusto manejar. Las carreteras, vistas a través de los cristales oscuros, no parecen llenas de guaguas, ciclistas y camiones. Uno no sufre el calor. Me gusta más de noche, cuando no hay tráfico.

— ¿Has tenido que viajar solo otras veces?

— Casi nunca. Y, en ese caso, busco a alguien que lo necesite y le doy un empujón. Lo que yo no hago, es montar a los que sacan la mano en la carretera, qué va. Uno escucha cada historia, que es mejor no meterse en problemas por estar haciendo favores. Sin ir más lejos…

— Oiga, Marcel, mi abuela se siente mal. ¿Usted podría detenerse en un consultorio?

— ¡No, no paren por mi culpa! De todas formas, no me pueden aliviar.

— ¿Qué tiene?

— Culebrilla.

— Si le duele, le inyectan Duralgina y se le pasa el dolor. Lo malo no es la posta médica, en el camino vamos a encontrar varias, si no la inyección. ¿De dónde la vamos a sacar?

— ¿No hay farmacias por esta parte?

— Haría falta una farmacia en divisas, y ésas, nada más que hay en La Habana. O, podríamos intentarlo en el Hospital Lenin, allá en Holguín.

— Se nos van todos los aviones. Déjenme tranquila, el dolor se me pasará.

— ¿Y no han probado buscar a alguien que le corte la culebrilla? Yo conozco a un viejo que le hacen cola. Unas oraciones…

— Ya, ya nos hicieron el cuento. Pero estamos apuradas y en la Habana hay todo tipo de curandero.

¿Por qué no nos habla de su empresa?

Por un rato se concentran en el camino. El hombre mira de reojo a Anita, pero no se decide a iniciar nuevos temas de conversación. Tampoco quiere que lo abrumen con dolores y remedios. A los lados del camino hay personas que muestran ristras de ajo y queso blanco. A pesar del poco viento, el polvo naranja invade el ambiente. En las abigarradas orillas de la vía se alternan casas y kioscos, mujeres limpiando con improvisadas escobas y vendedores de alivios para el hambre y la sed.

— No vamos a llegar a tiempo. No puedo ir más rápido y hay un punto de control que me hará perder por lo menos media hora.

— ¿Tanto? Pero, ¿qué hacen en ese lugar?

— Sólo buscan si llevamos café en grano. Registran todo. El verdadero problema es la cola para llegar al punto.

— ¡Virgencita de la Caridad! Si no llegamos a tiempo, se pierde el vuelo de Miami.

— Bueno, si hace falta, yo las llevo hasta la Habana. Puedo llegar allá a las tres o las cuatro de la mañana. Si no se me pone mala la cosa, quizás llegue antes.

— ¿No va a intentar por Holguín?

— En eso estoy, sólo que por la hora, la carretera y los policías, no creo que haya chance.

Un cuarto de hora después, Marcel aminora la marcha y toma la senda derecha. Una larga fila de vehículos serpentea lentamente. Cuando se detienen, Teresa despierta.

— ¿Qué pasa?

— El Punto de Control. Hoy hay más cola que nunca.

Durante un buen rato repiten el procedimiento de encender el motor, avanzar unos metros y apagarlo nuevamente. Anita se baja y recorre un tramo a pie, observando la variedad de automóviles, choferes y pasajeros que, dócilmente, aguardan su turno para la revisión. Dos hombres corren a esconderse tras los matorrales, seguidos por bromas soeces y sospechas de ocultación del grano prohibido. Pero casi todos permanecen en sus asientos a la espera de llegar, finalmente, ante los policías, que revisan los bultos, baúles y espacios interiores sin prisa.

11 comentarios:

BARBARITO dijo...

Gracias maestro por mantenernos informados sobre "Anita..." y por compartir publicamente tus escritos.
Y ahora voy yo en busca de Anita... en cuanto la encuentre (en las librerías de mi ciudad), voy y lo comunico aquí.

Anónimo dijo...

Voy a ordenarlo, cuando lo reciba te dejo saber.
Abrazos.

BARBARITO dijo...

Buenas noticias:
Puesto en contacto con los editores (Librería Renacimiento), me han comunicado atentamente que "Anita" debe estar disponible en las librerías a partir de este LUNES 23 DE FEBRERO.
...estoy impaciente y loco por adquirirlo!!

Luis Portugal dijo...

Hola
Tiene un buen blog.
Lo siento no escribir más, pero mi español es malo escrito.
Un abrazo de mi país, Portugal

BARBARITO dijo...

Lamento decir que hoy viernes he salido a mi "tour de librerías" y ¡¡no he encontrado a "Anita..."!!
En ninguna de mis librerías habituales: Ni en la de "El Corte Inglés", ni Altaïr, ni La Central, ni la FNAC... Solo puedo decir que estoy decepcionado con la distribución del libro ¡es un desastre!
Na', paciencia; a ver si la semana que viene...

BARBARITO dijo...

¡¡POR FIIIIIIN!!
Tras incansable busqueda de este tesoro, hoy -martes 3 de marzo- se ha producido el feliz hallazgo: ¡¡¡"ANITA Y LAS CINCO GORDAS" ha aparecido en las liberías de mi ciudad!!!
...ahora a disfrutarlo (¡devorarlo!) y a esperar la publicación del próximo libro del maestro Pérez Cuza. :)

BARBARITO dijo...

...ya lo he terminado de leer. Se me ha hecho corto. ¡¡BUENÍSIMO!!
Se lo sigo recomendando a todo el mundo.
Ahora a esperar una nueva publicación de Ángel Pérez Cuza...

¡¿Para cuando el próximo libro, maestro?! :)

BARBARITO dijo...

Informando feliz y bibliófilamente:
En la "Biblioteca cubana de Barbarito" el post titulado "Nuevos libros de Ángel Pérez Cuza" ¡¡ha tenido más de 800 visitas!!
Me alegro.

Teresa Dovalpage dijo...

¡Magnífico, chico! Y yo espero tener ese libro en mis manos prontito. Qué envidia, barbarito, ya tú lo tiene...

BARBARITO dijo...

¡Uf! Teresa, a veces he de luchar por conseguirlos (busqueda exhaustiva, caza y captura por diversas librerías); se da la penosa circunstancia de que la distribución de BUENOS libros cubanos en España es bastante mala.... y yo que soy muy antiguo y no me gusta comprar por Internet.
Por cierto ¿tienes previsto la próxima publicación en España de algun otro de tus buenos libros?
Saludos.

BARBARITO dijo...

¡¡ENHORABUENA Teresa!!
Me acabo de enterar de lo del premio. Ya he llevado la buena noticia a la "Biblioteca cubana de Barbarito"
...ahora, a salir corriendo a la librería!!