miércoles, julio 23, 2008

Administrador

Estoy hablando con ustedes a espaldas del Administrador. Aunque no sé quienes todavía son sus amigos, debo temerle especialmente a los que llegaron con él aquel día, ya remoto.

"¡Salgan todos a saludarle!" gritaban los suyos, gente extraña, desconocida. Jacobo inició una protesta, "Esta es mi casa…", pero le abofetearon. A la vista de un arma apuntando a su cabeza, optó por el silencio. Fue inútil, ya estaba marcado para desaparecer, junto con todos los señores del piso alto.

Sólo quedamos los herederos, los trabajadores, el Administrador y sus compañeros. Organizaron una gran fiesta, donde bebieron los vinos caros de la bodega. "Los hemos liberado. Deben agradecernos." El chofer, al escuchar esas palabras, se levantó y condujo a su esposa y a su pequeña niña hacia la puerta de salida. "¿Dónde van? ¿Te crees con derecho a llevarte a esa niña a pasar necesidades fuera de la casa?" El ruido de las armas al ser montadas paralizó al hombre.

"La libertad es el trabajo." Dijo el Administrador al día siguiente. "Si traen a la policía, provocarán la desgracia de sus seres queridos y serán ustedes los únicos culpables." Nos dejó salir a trabajar, a algunos sin escolta. Todos regresamos y el día del cobro entregamos el salario. Así manteníamos a todos los que vivían en la inmensa casa, pero la cocinera se quejaba de la falta de provisiones. El cobrador de la electricidad desconectaba el servicio frecuentemente, por demoras en el pago.

"Todo lo hago por su bien. Ustedes merecen lo mejor y lo mejor lo tienen desde que esta casa es una casa controlada. Ya no hay despilfarro, ya no hay desorden, ni adulterios."

El antiguo mayordomo, hombre culto y tranquilo, preguntó una tarde: "¿No podrían comprar un juego de vajillas?" "En este momento no tenemos recursos para objetos suntuarios." "¡No hay dinero! Señor, ¿qué hacen con lo que entregamos?" El Administrador enrojeció de furia. "¿Estás dudando de nuestra honestidad?" "No, señor, sólo quiero…" "¿Van ustedes a permitir que este traidor ensucie la nobleza de nuestra causa con sus infundios infamantes?"

Todos manifestamos nuestra repulsa al mayordomo que le estaba haciendo el juego a los que pretendían una intervención policial, de consecuencias funestas para la paz de nuestro hogar. El mayordomo desapareció una madrugada. Según uno de los amigos del Administrador, fue castigado por su insolencia. Debe ser cierto, ya que no vino la policía a rescatarnos. Cada cierto tiempo brotaba su pregunta "¿Qué hacen con nuestro dinero?" Y la respuesta siempre llegaba con ira y dolor.

El Administrador nos ha hecho comprender que no seríamos nada sin él. A veces, nos pregunta si estamos de acuerdo en que alguno de sus amigos realice alguna función: tesorero, contador o proyectista. Debemos decir que sí, es nuestra forma de evitarnos largas horas de razonamientos agotadores y posibles problemas.

Hay que decir que se ocupa de nosotros. Que los niños estudien, que nos atienda el médico, que sepamos qué decir en la calle cuando alguien quiera saber de nosotros. Todo se ha organizado, hasta la hora de ir al baño.

Se ha propuesto cambiarnos. Nos elige la música que debemos escuchar, los libros a leer, los juegos a jugar. Incluso nos enseña a interpretarlos. Es un hombre fino, un verdadero talento. ¿Cómo no querer a un hombre tan inteligente? Sin embargo, algunos aún piensan en huir. Desagradecidos, exclamamos en voz alta.

Últimamente escasean los recursos. El problema es que somos muy pocos en la casa, los que trabajamos. El Administrador y sus amigos tienen que vivir de acuerdo a su rango y han tenido que contratar inspectores y vigilantes, para evitar que escondamos nuestros ingresos o nos fuguemos al salir de casa. Eso ha provocado que disminuyan las raciones y hasta sus más fieles amigos se están preguntando si no deberíamos organizarnos de otro modo, para que alcancen los ingresos.

Una de las propuestas que más posibilidades tiene de prosperar es la de permitirnos más horas de trabajo. Con hasta dos salarios y medio por trabajador, tendrían más recursos para sacarnos de la crisis. El Administrador distribuye con mucho tiento lo que hay, para asegurarnos lo indispensable. Es muy importante que seamos ahorrativos: gastar festinadamente es irracional en una situación como la nuestra, provocada por los altos precios y bajos salarios que hay en la calle. También podríamos conseguir mejores empleos. A lo mejor, si nos portamos bien, despiden a algunos de los vigilantes y así hay menos bocas que alimentar.

El Administrador sabrá qué hacer. Es un genio, siempre resuelve nuestros problemas.