martes, junio 30, 2009

Menos retórica.

Luego de leer algunos de mis correos, hice una excursión al mundo de los blogs y sus comentaristas. Observar cómo en muchos mensajes se eleva la retórica a nivel de insulto y se argumenta con suposiciones y mentiras, me provoca vergüenza ajena.

La política es apasionante. Aunque los discutidores rara vez influyen en los hechos importantes, la incidencia que la política puede tener en las vidas de las personas hace que muchos se expresen con vehemencia defendiendo los que creen que son sus intereses. La afiliación partidaria favorece el alineamiento a posturas que no siempre comprendemos o resultan difíciles de sustentar con apego a los principios que propugnamos.

Nos enzarzamos en discusiones y cuando nos falta el argumento, acudimos a las descalificaciones. Cuando faltan hechos que apoyen nuestra postura, utilizamos suposiciones y si fuera necesario, la mentira.

Evito caer en eso. Trato de escribir solo de lo que sé, de lo que me consta. Cuando supongo, digo que es una suposición. Cuando invento, le llamo novela, o relato, nunca testimonio. Eso no mueve un grado a la izquierda o la derecha mi ideología. Si estoy convencido de mis ideas, no necesito insultar. Creo que en general es mejor tener preguntas e investigar con honestidad, que respuestas (más o menos fundamentadas) para "ganar" una discusión.

Yo soy el primer receptor de mis argumentos. No me sentiría bien, si para convencerme de algo, tuviese que falsear la realidad, mirar solo a lo que conviene o desechar otras alegaciones.

Me gustaría que los demás sintieran algo parecido, que se examinaran, que intentaran sentirse bien consigo mismos. No es necesario entenderlo todo, cualquiera puede dejarle el beneficio de la duda a sus afectos.

Aún así, comoquiera que lo hagan, prefiero que sigan hablando sobre Cuba. Escuchándonos, nos conocerán. Aunque sea a través de nuestras mentiras e insultos.